Perder

¡La perdí! y el corazón en cada rincón se me inunda de tristeza, esto es algo común y por experiencia, es conocido por muchos, pero hay algo más, es un extraño sentimiento, un sentimiento que me despoja de una angustia, no la angustia que sufro ahora, si no la angustia que sufría cuando la pretendía.

Lo que me mantenía encadenado a ella se esfumó, esa posibilidad de estar con ella ya no existe y me deja respirar con calma, sin esas cadenas en el cuello puedo respirar con tranquilidad, porque sé que está en otros brazos. Esa barca tan difícil de navegar en los mares tempestivos del amor, otro es el que la navega.

La angustia me retorcía las tripas por saber dónde estaba y qué hacia ella sin mí, esa angustia de tener el valor para buscarla y el ingenio para entablar una conversación interesante sin quedar como un idiota, y la vestimenta adecuada, el perfume correcto; Soportar ver las caricias que le daba a otros, las sonrisas y el coqueteo con otro que yo discretamente observaba desde detrás de una pared. Hoy en nombre del desamor para mí, y el amor para ella y su complemento, me declaro libre, porque a veces ser derrotado es también ganar, ganar paz, tranquilidad, y serenidad. La pérdida me liberó.